Un llanto de desconsuelo, un grito desde el interior.

oso

Hola mi nombre es Ángel, tengo 4 años y quiero contarte mi historia.

Me desperté hoy pensando que sería un día normal, un día como cualquier otro donde solo quería jugar y aprender nuevas cosas de la vida, porque a esta edad todo me causa curiosidad y mi manera de aprender es jugando. Pero nunca imaginé que mi vida cambiaría este día.

Salí al patio de mi casa para jugar, mi mamá aun no se despertaba, ni mis hermanos, solamente yo. Estaba jugando cuando de pronto se acercó una persona. Era un hombre delgado, muy sonriente, me llamaba y me ofrecía una paleta, al parecer era de limón porque era de color verde. Pensé que quería ser mi amigo, pero pronto descubrí que no era así.

Me jaló bruscamente y me cargó, con una mano me tapaba mi boca. Yo quería gritar pero no podía, empezó a darme miedo porque me alejaba de mi casa. En la esquina se le unió una mujer, también delgada y al igual que él tenia unos dibujos negros en el brazo derecho. Ella solo dijo: «Listo, hay que irnos rápido» Caminamos unas calles, no sé cuantas y llegamos a una casa fea y mal oliente. Ahí me encerraron en un cuarto con candado.

Poco tiempo después el mismo hombre que me engañó con la paleta se acercó para calmarme. Me dijo: «Ya, ya no llores. Te llevaré con tu mamá. ¿Quieres ir con tu mamá?» Yo respondí que sí. «Ok, vamos» me dijo.

Salimos de esa casa el señor, la mujer y yo. Yo ya no estaba llorando. Iba con la esperanza de ver a mi mamita y jugar con mis hermanos.

Tomamos un autobús y de pronto me empezó a dar miedo otra vez porque yo miraba que en lugar de ir a mi casa, nos alejábamos más. El miedo me ganó y comencé a llorar. Era un llanto que me consumía por dentro, entre más me alejaba, más me aterraba la idea de no volver a ver a mis papás. Me armé de valor y empecé a gritar.

Gritaba con todas mis fuerzas «¡Mamá, papá!» pero parecía que nadie me escuchaba, todos iban atentos con unos aparatos entre sus manos y con unos tapones en sus oídos. Mi alma se entristecía y se debilitaba cada vez que gritaba, era como si mi espíritu supiera que nadie podría ayudarme.

El señor que me llevaba me dio otra paleta y me decía: «Ya hijo, ya no llores, ya vamos a llegar». Yo me preguntaba por qué me llama hijo, yo no soy su hijo. Tal vez por eso las demás personas no me prestaban atención, pensando que ese señor era mi padre. Pero no, mi papi no es así.  Cansado de tanto llorar y sin conseguir la ayuda que tanto anhelaba, me quedé dormido y ya no supe más de mí.

Cuando desperté ya estaba encerrado en otro cuarto, un poco diferente, pero igual de mal oliente. Esta vez estaba amarrado como un animal, no podía mover mis manos ni mis pies.

Mientras me tenían encerrado, tal vez escondido para que nadie me reconociera. Me acordaba de mi papá y de mi mamá. Tan solo quería abrazarlos y decirles que tenia mucho miedo, que no sabía lo que me iba a suceder y que quería verlos y estar con ellos para sentir su calor y protección.

El llanto se hizo presente en mi una vez más, pero esta vez era un llanto inconsolable, un llanto de profunda tristeza. Sentía que iba a morir, ni siquiera sabia hablar bien y ya sentía que la vida se me iba a ir.

Al señor que me llevó a ese lugar ya no lo vi. Ahora solamente me aventaban un plato con comida por la puerta, así como a un perro. Yo no tenía hambre, lo que tenía era tristeza, yo solamente quería ver a mis papás. Seguramente ellos estaban preocupados al no saber donde estoy.

Nadie puede saber la tristeza y soledad tan grande que se puede sentir cuando eres separado de tus padres, estás solo contra el mundo pero al mundo parece no importarle, solamente mi verdugo probablemente podría imaginarse lo mal que debía sentirme, aunque en realidad a él tampoco le importaba. Él solo hacia su trabajo, quitarme la vida para adueñarse de unas partes de mi cuerpo y poder recibir el dinero por su trabajo, si a eso se le puede llamar trabajo.

Yo ya estoy en un mejor lugar, lo que quedaba de mi cuerpo lo dejé en ese mundo de tristeza y dolor. Ahora estoy con Dios y siento su abrazo en todo momento, pero por favor, mamá y papá cuiden mucho a mis hermanitos porque ellos se merecen una larga vida.